Todos con Emilio: La belleza como narcótico.

No hace mucho el reel de alguna red social me tiraba a la cara esta polémica surgida en el celebérrimo programa de televisión First Dates que ha saltado incluso a los medios de comunicación otrora considerados serios. Para el que no sepa de qué va la cosa, se trata de un longevo reality en el que parejas de lo más variopinto acuden a una cita a ciegas bajo la atenta mirada de "toda" España (entre uno y dos millones de espectadores diarios). En el caso que nos ocupa, Emilio, un agricultor de 80 años, interrumpe abruptamente la cita y se dirige a la presentadora. Mantienen esta conversación:

Emilio: ¿Podemos anular la cita? / Presentadora: ¿Te encuentras mal? ¿O, por qué? / Emilio: Porque... [duda] no... no encaja conmigo. / Presentadora: ¿No quieres darle una oportunidad? / Emilio: La sociedad no me lo permite.

¡Pam!, me voló la cabeza. Un golpe al sistema desde dentro del mismo sistema. En un programa de máxima audiencia, el concursante pone de manifiesto la esclavitud de las convenciones sociales, denuncia en prime time que no tiene libre albedrío. Tal vez, la señora, Blanca, es una bellísima persona, el amor de su vida, pero a Emilio eso no le preocupa; no le puede dar ni tan solo "una oportunidad". Los cánones estéticos le impiden conocer a esa mujer y, en última instancia, le impiden amar.

Fuente: Mediaset

Aún más me sorprendió que tamaño shock to the system no tuviera ningún tipo de consecuencia, por pequeñita que fuera. Eso, en cualquier ficción distópica, es un golpe de efecto de manual. Y no es que el asunto pasara desapercibido, todo lo contrario: existe profusión de artículos y vídeos en YouTube sobre este episodio, pero todos ellos, incluso los "serios", centrados en el mero morbo o en lo friqui. Ningún análisis entra a fondo en la cuestión: Emilio es una víctima a la que la sociedad no le deja amar. ¿Acaso estamos adormilados?

Perseguido, golpe al sistema en hora de máxima audiencia (Paul Michael Glaser, 1987)

La belleza como narcótico

Una de las series de la temporada (y una de las adaptaciones más esperadas de todos los tiempos, sin exagerar) ha sido The Sandman, traslación aparentemente literal de la obra magna de Neil Gaiman a la pequeña pantalla. Digo "aparentemente" porque, si bien la trama parece calcada a la del tebeo original, se ha retorcido su espíritu para adecuarlo a los gustos de las plataformas de vídeo, Netflix en este caso. El asunto, contaminado por el infértil debate del cambio de género y color de algunos personajes, ha sido vendido como una adaptación no solo a un medio diferente, sino también a un tiempo diferente.  Aceptando de antemano la mayor (que una adaptación es precisamente eso), centrémonos en un episodio en concreto para ver lo que está pasando ahí. Funciona como ejemplo de lo que está pasando en todas partes:

24 horas ha sido uno de los capítulos más aplaudidos de la serie y es, sin duda, el episodio más célebre del primer arco argumental del cómic. Una propuesta narrativa rompedora en el marco de una época de rupturas en el noveno arte que dejó impronta en los lectores del momento, 1989. La adaptación a la televisión es aparentemente respetuosa, pero solo en la superficie. Mientras en el tebeo la trama se desarrolla en un inhóspito dinner, la televisión nos sitúa en un restaurante bastante acogedor; mientras el protagonista del cómic es un adefesio, casi un cadáver, en la serie es un tipo incluso atractivo; mientras la viñeta trata diversos temas, entre ellos el control de masas, la pantalla se centra solo en pulsiones como el sexo y la violencia... Y lo más evidente: mientras en la obra original el malo hace lo que hace porque puede, en la adaptación de Netflix es una pobre víctima de la sociedad hasta tal punto que cree estar haciendo lo correcto, y Morfeo ni siquiera lo puede castigar por ello...

Ya para acabar: en el tebeo hay humor y en la serie, no. No es una broma.

John Dee en el tebeo.

John Dee en la tele.

El espectador medio, sea lo que sea eso, creerá estar disfrutando de una transgresión de lo convencional gracias a esas mesuradas dosis de sexo y violencia (¿qué hay más manido que el sexo y la violencia en la televisión?), pero en realidad le están vendiendo un cordero con piel de lobo envuelto en reluciente papel de regalo. ¿Para cuándo una maldad realmente incomprensible? ¿Cuándo, un sexo realmente fuera de norma? ¿Cuándo, un protagonista "feo"?

Dall·e es una inteligencia artificial diseñada para crear imágenes realistas y obras de arte a partir de una descripción en lenguaje natural. Es decir, tú escribes "gato comiendo pizza" y eso es lo que recibes. He realizado una prueba con su versión lite, y le he pedido que cree simplemente imágenes de "belleza", sin ningún parámetro más. Tal es el calado del asunto, que incluso si le pides belleza a una IA te ofrece mujeres desnudas:

Da un poco de miedo, ya... La versión "premium" dibuja mucho mejor.

Sigamos en Netflix: La Casa de Papel popularizó de manera viral el tema Bella Ciao, un himno de la resistencia italiana contra las fuerzas nazis. Este símbolo partisano llegó a todos los hogares, ya no de España, sino del mundo, a través de una banda de ladrones a los que se les pintaba, con brocha gorda, un halo de heroísmo antisistema. La perversión del mensaje llegó a tal extremo que se pudo llegar a oír la canción en los mítines de VOX. Como dijo Pere Solà Gimferrer en este artículo, "los hombres que fallecieron tras combatir a Adolf Hitler y Benito Mussolini deben estar removiéndose en sus tumbas". De nuevo, la belleza —una canción bonita, unos chicos de carpeta, un apasionado drama— nos evade de la realidad con su edulcorada cadencia. Si significaba algo, ¿qué importa ya?

¿Pero acaso la belleza no ha sido siempre símbolo de arrebato? En esta entrada del blog de Juanjo Sáez, el ilustrador reflexiona sobre las cosas que le hacen feliz: "Mi felicidad depende del gustito, del placer, del cuerpo, del arrebato, de lo que no me deja pensar y me despista totalmente". Sin duda, ante la belleza, ya sea una obra de Klimt o una puesta de sol, uno deja la mente en blanco, olvida los problemas y es sincera y sencillamente feliz. Ahora ese analgésico llega a chorro a todas las televisiones del planeta, y además a demanda, inundando todos los espacios vacíos de nuestra mente; todas las sobremesas, todas las conversaciones de oficina. Es un dulce sueño rosa en el que un día entra Emilio, repeinado y con su mejor camisa, retransmitiendo para todo el país... y se topa con la realidad.

Como siempre, hay que recurrir a los márgenes para encontrar una reivindicación de la belleza que se aleje de los cánones dictados por la sociedad. En Flujo, un tebeo de Dave Cooper, somos testimonios de cómo se teje una relación sexual en la que la atracción y la repulsión se abrazan constantemente. En Belleza, de Kerascoët y Hubert, la joven más fea del pueblo obtiene el don de la beldad gracias a la intervención de una hada, un don envenenado que provocará pasiones y guerras. ¿Cómo amar a alguien feo? ¿Cómo gestionar una belleza absoluta? ¿Dónde se aprende eso? Una de las citas más célebres de The Sandman reza así: “He estado haciendo una lista de las cosas que no te enseñan en la escuela. Ellos no te enseñan cómo amar a alguien. Ellos no te enseñan cómo ser famoso. Ellos no te enseñan cómo ser rico o cómo ser pobre. Ellos no te enseñan cómo alejarte de alguien a quien ya no amas. Ellos no te enseñan cómo saber lo que sucede en la mente de otra persona. Ellos no te enseñan qué decir a alguien que está muriendo. Ellos no te enseñan nada que valga la pena saber.” Aún sobre esto, el consultor empresarial Emilio Duró, célebre por sus conferencias sobre el poder del optimismo, dice también: "Ninguno de mis problemas son técnicos, todos son emocionales".

En la interesantísima película The Death of Dick Long, dirigida por Daniel Scheinert y estrenada recientemente en Filmin, asistimos a un crescendo de situaciones consideradas socialmente aberrantes hasta que el protagonista, en un callejón sin salida, confiesa ante su perpleja familia: "Sentirse solo no es una cosa que desaparezca cuando te casas". ¿Y qué es el matrimonio sino la más grande y antigua de las convenciones sociales? Dato: Cada año, en España, se casan unas 160.000 parejas y se divorcian unas 95.000.

Hablemos pues de infidelidad, una aberración de la norma que ha sido curiosamente normalizada y envuelta de romanticismo hasta cotas tan perversas como en la célebre Una proposición indecente (Adrian Lyne, 1993). En la película protagonizada por Robert Redford, Demi Moore y Woody Harrelson, una joven pareja con problemas económicos acepta un millón de dólares a cambio de que un ricachón se acueste con ella. ¿Puede el amor resistir eso? Lejos de la oscuridad que aparenta esconder la trama, se trata de un exitoso drama romántico con toda la pompa de Hollywood a ritmo de The Pretenders. Y ya no hablemos de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990), el más retorcido y glamuroso retrato de la prostitución que se ha firmado nunca.

Ahora veamos los márgenes: Ponent Mon ha publicado recientemente B.O. Como Dios, un tebeo de Ugo Bienvenu sobre un robot prostituto que atraviesa la galaxia ofreciendo sus servicios al precio que merece el mejor amante del universo. El protagonista interpela al lector desde la fría autoridad con la que habla un autómata: "Todos los humanos sueñan con acostarse con ella, pero folla conmigo. ¡Ojo! Yo no saco orgullo ni placer alguno de todo esto. Soy un robot". [ABRO SPOILER] Después de un amplio catálogo de relaciones sexuales, al final de un viaje que también es introspectivo, el robot descubre que el vacío de su envidiable existencia no responde a su mera condición, sino a que no se le ha brindado la posibilidad de amar [CIERRO SPOILER]. Ese robot es Emilio.

Nótese que hablo mucho de tebeos y pelis raras, pero poco de bestsellers. Otra cita: El escritor y guionista Hernán Migoya dijo que "el cómic es el medio narrativo más libre que hay en España. Paradójicamente, porque es un medio sin el dinero, la fama y el prestigio del cine, la tele o la literatura. No hay tanto lobo manejando fondos públicos ni tanto narcisista patológico, casi sólo gente que ama lo que hace". Sin duda la "verdad", permítaseme decirlo así, luce más en los márgenes, y más aún en los márgenes de los márgenes. Sin duda, no en la televisión.

Un dato para acabar: La edad de los primeros tratamientos estéticos ha bajado a los 20 años en España, y las clínicas han aumentado en un 20% desde el año 2020. Beauty is only skin deep.


David G. González

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