"Lo he visto en una peli". La Ficción no es Historia.

Hace apenas un par de meses que se estrenó Blonde y ya nadie se acuerda de la cinta de Andrew Dominik (director de la maravillosa Mátalos Suavemente), protagonizada por Ana de Armas y basada en el bestseller de la cinco veces finalista al Premio Pulitzer Joyce Carol Oates. Veamos ahora con calma, pues, qué pasó ahí.

La enésima polémica del año no versó sobre la calidad de la película, sobre si era larga o corta, sobre la interpretación de los actores o las tetas de la protagonista, ni mucho menos. La crítica feroz fue esta: que el film no era fiel a la Verdad, con mayúsculas, como Dios, porque solo hay una. He leído cosas como que "la ficción no puede faltar a la verdad" o que "no puede retorcer la Historia", peroratas encendidas que acusan al director de negligente y cosas peores.

Flipo.

Vamos por partes. La ficción es ficción y punto. Esto no admite discusión; es así como es así que La Tierra es redonda (vale, sí, es un poco ovalada...). La tarea de la ficción es inventar, y para tal fin se sirve de cientos de recursos. Retorcer la realidad es uno de ellos, sea para vehicular un mensaje determinado, sea meramente para entretener. La fiesta del Chivo, El Ministerio del TiempoAbraham Lincoln, cazador de vampiros son solo algunos ejemplos dispares que demuestran que esto tampoco es nada nuevo. Y no solo en la ficción más narrativa, como la Literatura o el Cine: ¿Qué duda cabe de que las cosas no fueron exactamente como las pintó Jacques-Louis David en La consagración de Napoleón"?

La cubierta de la edición original de Blonde ya lo deja bien claro: "A novel". En el prefacio, por si acaso, la autora lo explica: "Blonde es una vida radicalmente destilada en forma de ficción". En este texto, aclara la diferencias con "la verdadera Marilyn". Y aún más: "El lector que desee conocer datos biográficos fidedignos de Marilyn Monroe no debería buscarlos en Blonde".

Lo que pasa es que la gente no lee.

Hay que reconocer, no obstante, que la moda de los biopics (y los truecrime y toda la basura basada en hechos reales) ha contribuido a la confusión, alimentada por publicistas y plumillas que no han dudado en tildar la película, e incluso la novela, de biográfica. El morbo vende más que el arte, sin duda. Dicho esto, tampoco recuerdo que nadie se rasgara las vestiduras porque Shakespeare in love (John Madden, 1.998), en otro juego ficción/realidad, le pusiera salsa a la vida del escritor británico.

La única diferencia que al menos salta a la vista entre estos dos casos es de género, así que no descarto que todo el hate que corre en torno al #MeToo haya contribuido a demonizar la película de Dominik. La propia Oates, ante las críticas que la acusan de encarnizarse con la figura de Monroe, dice: "Sorprende que en la era posMeToo la cruda exposición de la depredación sexual en Hollywood sea vista como explotación". Curiosamente, es de sobras conocida la teoría de que fue Harvey Weinstein, el productor que hizo estallar el #MeToo, quien fábrico el éxito de Shakespeare in love en los Oscar, por encima de Salvar al Soldado Ryan. Casualidades.

Aún hay otro problema. Supongo que recuerdan la polémica sobre Lo que el viento se llevó (hablamos de ella aquí). La "gente", sea lo que sea eso, se indignó porque HBO decidió incluir al principio de la película una cartela advirtiendo sus connotaciones racistas. El enojo no vino porque HBO estuviera tratando de tonto al espectador, como si este no fuera consciente de que se trata de una ficción que construye un retrato romántico de la esclavitud. No, la gente se enfadó alegando que una especie de grupo de presión de ofendiditos quería esconder la Verdad, una verdad que, en su cabeza llena de basura, debe de ser que los negros son todos unos holgazanes que están encantados de que les puteen. En su cabeza, Lo que el viento se llevó es Historia, todos los westerns son Historia, Excalibur es Historia, Pearl Harbour es Historia. ¿Quién no ha oído la frase: Lo he visto en una peli? 

"No sé, Rhett..."

Hasta La Biblia es Historia. Ah, la Iglesia...

Hace unos meses, se retiró de la programación de los Teatros del Canal la obra de Paco Bezerra Muero porque no muero, que representa a Teresa de Jesús, copatrona de España, como una prostituta indocumentada y drogadicta. Entre los que alzaron la voz en contra, por supuesto: VOX. Gonzalo Babé, su portavoz: “Les agradezco que no programen una obra tan dañina y esperpéntica, muchas felicidades por no programar semejante daño a la cultura española, a una santa doctora de la Iglesia. Que lo financie la izquierda y que vayan a verla todas las veces que quieran. Pero no con dinero público”.

Lo dicho: la Verdad, y además construía sobre un mito. No hay nada menos posmoderno que una idea de Verdad única e incuestionable: 

✎ «Un escritor que dice que no hay verdades, o que toda verdad es "meramente relativa", te está pidiendo que no le creas. Así que no lo hagas». Roger Scruton, Modern Philosophy: An Introduction and Survey.

✎ [La deconstrucción me] «libera de la obligación de tener razón... y solo exige que sea interesante». Stanley Fish, Is There a Text in this Class?

✎ [El posmodernismo] «no busca encontrar el fundamento y las condiciones de la verdad, sino ejercer el poder con el propósito de cambiar la sociedad» Frank Lentricchia, Criticism and Social Change

✎ «La "verdad" debe entenderse como un sistema de procedimientos ordenados para la producción, regulación, distribución, circulación y funcionamiento de los enunciados. La "verdad" está vinculada en una relación circular con los sistemas de poder que la producen y sostienen, y con los efectos de poder que induce y que la amplían. Un "régimen" de la verdad.» Foucault

Sin duda, esta última idea nos acerca a la propia aberración de la Verdad, lo que se ha conocido como "posverdad" y que ha servido a la derecha para luchar contra las políticas de discriminación positiva. Uno podría pensar, no obstante, que es posible, o que al menos entra en un marco dialéctico razonable, poner en cuestión la visión eurocentrista de la conquista de América o el resultado de las últimas elecciones presidenciales en EE.UU. Pero podríamos ponernos de acuerdo en cuestiones más técnicas, como que dos y dos son cuatro. Pues tampoco. En La universidad de la posverdad, Alejandro Zaera-Polo explica un periplo que culminó con su despido de la Universidad de Princeton por supuestas cuestiones ideológicas. Era profesor de Arquitectura. ¡Arquitectura! ¡Levantan casas y puentes! No quiero profundizar más en este caso, ya que hay ahí una confrontación entre políticas de la identidad y cultura de la cancelación que son motivo de otro debate, pero funciona como ejemplo actual de que ni la Ciencia se libra.

La más célebre polémica en torno al asunto Ciencia/Verdad la encontramos en el escándalo Sokal. En 1.996, el físico Alan Sokal publicó un artículo en la revista Social Text que argumentaba que la gravedad es un constructo social (la gravedad cuántica, pero bueno...). Que solo existe porque la sociedad se comporta como si existiera, que si no se creyera en ella dejaría de existir. El artículo coló. El objeto del físico era poner de manifiesto la falta de rigurosidad y evaluación de este tipo de revistas con espíritu humanístico dirigidas por "universitarios posmodernos" [no literal]. Sin duda, es más que evidente que el centro magnético de La Tierra me seguirá atrayendo hacia su interior aunque yo deje de creer en la gravedad, pero no puedo evitar ver una conexión entre esto y el auge del terraplanismo.

Alan Sokal. Fuente: Wikipedia

Volviendo a la mundanidad: lo que quiero decir es, por ejemplo, que si Papa Noel viste de rojo es porque a alguien le interesó obviar las otras versiones del mito. Del mismo modo, si un veterano de Vietnam puede acabar él solito con todo el ejército soviético en Rambo III es porque alguien necesita subirle la moral al país. O sea, que películas como Air Force One o Independence Day coincidan con el mandato de Bill Clinton no puede ser mera casualidad. Y podríamos tirar atrás: El nacimiento de una nación, El acorazado Potemkin y hasta los dibujos del Pato Donald.

✎ «La Historia es solo el cuento que explica el que asomó por encima de la carnicería». Matanza, La vida es maravillosa (David Quinn & Kyle Hotz, 1.997).

Disney

Es evidente que hay premeditación en todo esto, pero debemos reconocer que la mirada del espectador medio ha sido en general muy poco crítica y, sobre todo, comodona: el más fácil tragarse un blockbuster que ver un documental, y ya no digamos leer un ensayo, con todos esos puntos y esas comas. Tal vez recuerden que hace años el informe PISA, el estudio internacional que mide el rendimiento académico de los alumnos, era materia habitual de los telediarios. Desde la caja tonta nos explicaban año tras año que la comprensión lectora de los españoles siempre era preocupantemente baja (aún hoy, en España es donde más se estanca). Pero eso ya no sale en las noticias, supongo que porque el país va bien. Hagan un experimento: busquen cuántas informaciones han aparecido este año en la tele sobre la comprensión lectora de los españoles y cuántas sobre el terraplanismo.

Equilicuá.

Casualmente, el tema de la ficcionalización de la Historia ha vuelto a ponerse sobre la mesa coincidiendo con el estreno de Argentina, 1985, de Santiago Mitre, una cinta sobre el proceso judicial contra la dictadura militar. En este artículo, Jacobo Sucari analiza los riesgos de la dramatización de hechos históricos y los problemas derivados de encajarlos en los cánones narrativos de la industria del entretenimiento. Más allá del análisis, Sucari destaca una cita de Ricardo Darín, protagonista y productor del film, que enlaza con las palabras de Oates al principio de su libro: “Yo sé que esta película va a generar controversia en esos sectores con actitudes intransigentes. En la gente más sensible, proclive a emocionarse y reflexionar, encontrará un camino de abrazos”. Y sigue: “La aparición de la verdad y la justicia imagino que hará sentirse más acompañados a los que han sufrido, no avasallados, como se sintieron. Es una reparación mínima porque, insisto, las vidas perdidas no se recuperan”. Es decir: hemos venido a hacer Justicia, no Historia. Y aún más; en la película, uno de los fiscales dice, acaso en un ejercicio metaliterario: "Acá se trata de lo que el país necesita".

Ya sé que todo esto que escribo a veces parece sostenerse sobre castillos de naipes, pero cuando la convicción flaquee recuerden siempre esta sencilla idea: Si Marylin era rubia es porque los caballeros las prefieren rubias.

Norma Jean. Foto: Donaldson Collection

David G. González


Comentarios