Cosas que dejan de existir

Documentándome para un post anterior, me pasó lo siguiente. Me venía al pelo un viejo artículo del crítico de cine Quim Casas sobre el estreno en el festival de Sitges de las primeras películas de Evangelion. Recordaba perfectamente aquel texto; recordaba dónde lo leí y casi a qué hora del día lo hice. Recordaba incluso cómo incidía la luz del sol en el diario. Pero fui incapaz de encontrarlo en Internet; ni rastro de él en Google, ni rastro en las hemerotecas (que funcionan pichí, pichá, por cierto), nada en el viejuno Facebook... Ni siquiera una pista, un hilo del que tirar. Me asaltó entonces la duda: ¿Acaso no escribió Quim Casas aquel artículo? ¿Acaso no fue en Sitges? ¿Acaso no existió nunca y lo soñé, lo inventé, retorcí el recuerdo hasta hacerlo irrastreable?

No es la primera vez que me pasa. Estoy convencido de que existe un vídeo en el que Aaron Guerrero, el popular Chechu de Médico de Familia, y Kiko Rivera se pegan un bailoteo en medio de la calle al son del chumba chumba procedente de la flagoneta del hijo de la tonadillera. No hay ni rastro de ese vídeo en Internet.

Estoy convencido de que existe un cómic en el que un niño obsesionado con crecer fuerte y sano come tanta verdura y crece tanto que al final el mundo se le queda pequeño, y vive en la soledad del gigantismo.

Mi recuerdo de aquel tebeo recreado con Dal·le 2

Estoy convencido también de que, en el videoclub de mi barrio, cuando yo era pequeño, tenían copias de Robocop 4, 5 y 6. Solo he encontrado rastro de la cuarta.

Estoy convencido de todo esto, o al menos lo estaba hasta que constaté que en Internet no hay prueba de ello. Y ya se sabe que si no está en La Red, no existe.

Si tu negocio no está en Internet, tu negocio no existe.

Bill Gates

Más allá de la anécdota puntual, la pregunta de fondo que se plantea aquí es la fiabilidad de la propia memoria. No es nada nuevo, ya hace años que la ciencia, tanto la de verdad como la de ficción, habla del tema. Pero la cuestión ahora es cómo Internet, en general (La Web, las redes sociales, los smartphones...), ponen en jaque nuestras propias convicciones y, en última instancia, nuestra manera de enfrentarnos al mundo, sea en este caso desde una perspectiva cultural. ¿Sucedía esto antes? ¿Existía una memoria tan vasta y accesible como Internet, capaz de poner en duda nuestros propios recuerdos y conocimientos constantemente? ¿Algo tan infinito y, a la vez, tan inexacto?

En Ghost in The Shell, la película de 1995 (casi veinte años...), ya se apuntaba que uno de los grandes problemas del futuro inminente (acaso ya presente) sería la ingente cantidad de información falsa y caduca que circularía por la red de redes.


En la escena a la que pertenece este fotograma, un ciudadano al que le han hackeado la memoria se enfrenta al hecho de que la vida que vive es una mera invención, construida sobre recuerdos falsos. Eso me lleva a Cumbres Borrascosas, la célebre (y única) novela de Emily Brontë: "En ocasiones he soñado cosas que no he olvidado nunca y que han cambiado mi modo de pensar. Han pasado por mi alma y le han dado un color nuevo, como cuando al agua se le agrega vino."

En el documental Èpica, el llegat de La Fura dels Baus, dirigido por Joan Clusella y el que suscribe estas palabras, se reflexiona sobre el conflicto información/memoria. Pep Gatell, director artístico de la compañía, se pregunta hasta qué punto nuestra memoria ha desistido de recordar ciertas cosas y ha delegado esta labor en nuestros teléfonos inteligentes. El neurocientífico Lluís Fuentemilla, en el mismo documental, explica que la memoria no solo forja imágenes del pasado, sino que también genera conocimiento. En una afirmación que enlaza con lo dicho sobre Ghost in the Shell, añade: "Actuamos con información parcial. En el momento en que actúas con cierta incerteza, eres susceptible a tomar una decisión errónea". También interviene el doctor en Filosofía David Casacuberta, quien señala que "hemos superado la idea de la memoria como una cámara de fotos y ahora sabemos que es creativa. Recordamos el pasado a partir de una construcción a posteriori".

Los recuerdos y los sueños no son solo ese retrato romántico que el Cine y la Literatura han popularizado, también son un pilar del conocimiento cognitivo y, en definitiva, de nuestra visión del mundo. Esa construcción, siempre subjetiva, influye en nuestra manera de actuar, sea para ejercer el derecho a voto, sea para enamorarnos. ¿Qué pasa cuando el recuerdo se enfrenta a la realidad, o al menos a la idea más cercana que tenemos de "la realidad"? Pues que se acaba el amor, como podemos ver en el episodio 3 de la primera temporada de Black Mirror o en este viejo tema de Los Magnéticos:

Hasta aquí mis cosas, y ahora la matraca:

La idea de Internet como una red mundial que nos permite acceder a la información e intercambiarla a través de páginas web va desapareciendo en favor de las apps y las redes sociales. Lo que antes era información libre ahora pasa a ser información controlada, de manera más o menos intencional. En resumen: antes buscábamos y ahora recibimos. Si ya asistimos a una primera gran brecha digital que dividió el mundo entre conectados y desconectados, ahora presenciamos una nueva división por nichos. Tal vez la red sea ahora mucho más accesible que hace veinte o treinta años, pero el todopoderoso algoritmo decide cada día más a qué tenemos acceso y, por tanto, qué existe y qué no. Incluso puedes desaparecer tú.

En esta extensa entrevista, el tecnólogo Santiago Bilinkis explica, entre muchas otras cosas, cómo funciona el algoritmo de las apps de citas. Estas aplicaciones puntúan a las personas que ahí se publicitan según el interés que despiertan, en función de diversos elementos mesurables: el tiempo que se observa su foto de perfil, los likes que recibe, etc. Hay que tener en cuenta que estas apps son, en esencia, un escaparate y, por tanto, el aspecto físico es el factor determinante. El algoritmo "descubrió" que "lo que funcionaba", era emparejar personas con puntuaciones similares. Basándose en esto, la app (una app abstracta, no una en concreto) muestra al usuario otros usuarios en el mismo rango de puntuación para ser más eficiente. Lo que dice Bilinkis es: "Esto termina generando que los lindos vean lindos y los feos vean feos. Si bien era cierto que antes la más linda no se enganchaba con el más feo del boliche, ahora ni siquiera lo ve". Es decir: ha dejado de existir.

En otra versión de los hechos, Tinder reconocía en 2019 que los guapos aparecían siempre primero en su aplicación, por la misma sencilla razón que Netflix destaca en portada sus producciones con más gancho: para que te suscribas. Así que la pregunta es: ¿Si soy feo, qué puedo hacer? Si eres feo y pobre, nada. Pero si eres feo y tienes dinero puedes pagar por una suscripción plus que te permitirá entrar en el reino de los guapos a través de diversas funcionalidades extra; como en un videojuego, como en una simulación de la vida real.

Vamos a las redes sociales, que no dejan de ser el sustitutivo de las relaciones tradicionales o, en todo caso, una nueva forma de relacionarse. Si bien Internet siempre está ahí (la web de Symbolics está accesible desde 1.985), las redes sociales desaparecen. Desaparecieron las salas de chat, desapareció Messenger y desapareció MySpace. Todos los proyectos que allí se crearon (grupos de música, películas, colectivos, iniciativas...) desaparecieron con la red social de turno si no tuvieron continuidad posterior y, por tanto, ya no queda ningún rastro de ellos. Cuando cierre Twitter, se borrará todo lo que hemos dicho allí, y ya nadie podrá fiscalizarnos cuando accedamos a un cargo público, por ejemplo, o  a cualquier trabajo, en definitiva. Tampoco cuando alguien nos haga match.

Un ejemplo intrascendente: El cantante de un grupo de cuyo nombre no quiero acordarme dijo en una entrevista, hace muchos años, que era votante del PP, ante el estupor (injustificado, por otra parte) de sus fans. Es otra de esas cosas de las que no queda rastro en Internet y, por tanto, es como si nunca se hubiera dicho. Sucedió algo parecido (y de esto sí ha quedado constancia en La Red) cuando el actor Gary Oldman se declaró republicano, generando una serie de reacciones basadas en la falacia de que los artistas son el reflejo de su obra o, peor aún, que son de izquierdas, por utilizar la jerga de estos lares.

Vamos, pues, con Sabina.

Hace unas semanas Joaquín Sabina saltó a la palestra gracias a unas declaraciones realizadas durante la presentación de su documental Sintiéndolo mucho, en las que dijo: "Ahora ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos y oídos para ver las cosas que están pasando". Esas palabras le sirvieron a la derecha para cargar las tintas contra la izquierda, acusándola de sectaria y de renegar de "sus" artistas cuando estos les traicionan. Más allá del pim-pam-pum, y después de escuchar por enésima vez esas declaraciones en la radio, me acabé preguntando: ¿Pero Sabina ha sido alguna vez de izquierdas? ¿De izquierdas de verdad, más allá de firmar algún papel mojado, más allá de Ana Belén y Víctor Manuel, más allá de Felipe González salvando los bosques con sus bonsáis? Una búsqueda superficial en Google no arroja ningún resultado satisfactorio sobre la cuestión, así que solo nos quedan las declaraciones de que ya no es "tan de izquierdas", que, por inducción, infieren que en algún momento lo fue.

Y ahora veamos el caso Pablo Motos contra el Ministerio de Igualdad.

Los usuarios de Twitter han denunciado en la red social una eliminación masiva de vídeos en los que el presentador de El Hormiguero supuraba machismo, alegando problemas de derechos de autor. Han denunciado incluso que los programas más vergonzantes ya no se encuentran en la web de Atresmedia. No he hecho la comprobación de si eso es cierto o no, ya que el caso de Pablo Motos en concreto no es el que nos ocupa, pero como ejemplo nos va de maravilla: En la memoria de Internet, no habrá ningún vídeo de Motos siendo machista.


Esta destrucción del pasado, incluso desprecio, nos lleva a pensamientos tan bizarros como este:


En esta interesante charla TED, el actor Ethan Hawke se pregunta sobre la utilidad de la poesía, entre otras cosas. Dice: "Tu padre muere, pierdes a un hijo, alguien te rompe el corazón y de repente te desesperas por darle sentido a la vida. Te preguntas si alguien ha sufrido esto antes, cómo salieron ellos de esta tormenta. Ahí es cuando el arte no es lujo, es sustento". La respuesta está en los escritos. Permítanme, pues, un poco de poesía para cerrar el post.

En la escena final de American Psycho (Mary Harron, 2000), aparece el protagonista dándole la espalda a una puerta cerrada en la que se puede leer "Esto no es una salida". Tal vez en un arrebato de optimismo, me gusta substituir esa frase por aquella otra que suele oírse en los aviones, antes del despegue, cuando te sueltan todo ese rollo para salvar la vida: "Recuerde que la salida más cercana puede estar detrás de usted".

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