LOS TEBEOS QUE MARCARON MI VIDA #05: THE SANDMAN

THE SANDMAN. Neil Gaiman et altri. Norma / ECC (Vertigo-DC Comics, 1989-2013).

Hay obras que solo se pueden entender en su totalidad y complejidad en su momento y lugar, condenando a todos aquellos que no las pudimos disfrutar cuando tocaba a las tinieblas de la caverna. Es el caso de Watchmen, por ejemplo, obra maestra indiscutible, pero: ¿Se comprende igual hoy que en plena Guerra Fría? ¿Igual en Barcelona que en Whasington? ¿Y en Kuala Lumpur? También influyen las modas, que pueden jugar a favor de la obra en su momento y en contra después. Y, por supuesto, la capacidad de sorprendernos disminuye con el paso del tiempo: al igual que ya nadie se asusta al ver las fauces de un tiburón saliendo de la pantalla, los hallazgos visuales y nuevas narrativas de finales de los 80 han sido tan repetidas que el efecto de la innovación y el sentido de la maravilla se desvanecen: el ingenio del creador queda difuminado fuera de contexto.

Es el caso de The Sandman, de Neil Gaiman.

La primera vez que oí hablar de The Sandman yo todavía estaba en el instituto y leía cosas como Ranma1/2. Era la primera época dorada del manga en nuestro país. Paralelamente, el sello Vertigo, la supuesta línea oscura o adulta o experimental de DC, se hacía un hueco en nuestro mercado. Eran dos mundos diferentes. En su momento The Sandman me pareció algo incomprensible, o tal vez inabarcable, y Neil Gaiman un tipo vestido de negro que solo se hacía el interesante. Una lástima, porque ahora, sin embargo, The Sandman me parece una de las cosas más importantes que se escribieron en las dos últimas décadas del siglo XX, y zambullido en mis sueños húmedos con adolescentes de ojos imposibles lo dejé pasar. Desde una perspectiva literaria, hay que leerlo.

Pero recomendar hoy la lectura de The Sandman, sobre todo a lectores neófitos que no puedan ubicarla en su contexto, es complicado. Sin lugar a dudas el tiempo ha jugado en su contra. Su narrativa y su estética están muy marcadas por la barroca manera de hacer del comic-book de los años 90, especialmente de sus líneas "adultas"; con composiciones de página recargadísimas y un peso notorio, incluso excesivo, de la prosa. Tampoco ayuda el dibujo, sobre todo el de los primeros números. Vertigo no dejaba de ser un sello en pruebas, donde testar no solo ideas sino también autores. Era el caso de Sam Kieth, quien más tarde se convertiría en un autor imprescindible (es responsable de la irrepetible The Maxxx), pero que en ese momento era un joven dibujante definiendo todavía su etilo y luchando por encajar en el equipo creativo de Gaiman. No lo consiguió y dejó la serie (dijo algo así como que se sentía un Rolling tocando con los Beatles). Todo esto puede provocar que entrar de buenas a primeras en The Sandman se convierta hoy en un trabajo hercúleo.

El Morfeo original, de Sam Kieth

Así que hay que confiar: hagan el esfuerzo, el viaje vale la pena. Cuando lleguen al mítico capítulo 24 horas, justo después del arranque de la trama, ya les dará igual todo: el dibujo, el barroquismo, todo ese texto y el propio Neil Gaiman se habrán puesto al servicio de una historia inmensa en la que, si hay suerte, habrán quedado atrapados para siempre. Siete arcos argumentales (o diez, según la edición) y un buen puñado de números especiales de notable calidad que se publicaron durante siete años y en los que Gaiman, acompañado por dibujantes como Jill Thompson, Michael Zulli o Charles Vess, crea un universo de ficción que puede que sea el más vasto que se ha creado nunca, ya no solo en el mundo del cómic, sino en la Literatura en general. En ese marco inmenso sucede una historia de guerra y muerte que sacude a toda la humanidad, también una historia de amor que atormenta al protagonista y cientos y cientos de historias que se cruzan a lo largo de los tiempos. De hecho, de eso va The Sandman: de historias. ¿No son acaso historias los sueños?

No es momento ahora de repasar todas las virtudes creativas de la serie, especialmente en el aspecto narrativo. Como ya he apuntado, pasado el tiempo es innecesario conocerlas para disfrutar de su lectura y ya se ha escrito suficiente sobre los autores que a mediados de los 80 vinieron a revolucionar el medio (Moore, Miller, Gaiman...). Simplemente asistan a esta tragedia y conozcan a Morfeo y a su familia; personas y personajes (Shakespeare y Barbie, entre muchos otros), dioses, demonios e incluso gatos; viajen desde los albores de los tiempos hasta su final, de oriente a occidente, del mundo que pisan a otros muchos mundos, incluso, y sobre todo, a los que sueñan.

THE SANDMAN: OBERTURA

Más de 20 años después de escribir la última historia sobre The Sandman, Gaiman retomó el personaje de Morfeo para explicar una de las grandes incógnitas que había dejado la serie. En el primer número de la colección vemos como el protagonista se libera de un larguísimo cautiverio, pero nunca llegamos a saber cómo ha llegado allí. Así que Obertura, como el nombre indica, es una especie de precuela. Pero es imposible entenderla sin haber leído la obra completa porque, en realidad, es un final. Y aun así, hay que ser un verdadero fanático de la serie y tenerla muy reciente para comprender este "año cero" con todos sus matices.

Si esto no fuera poco, la propuesta del equipo creativo formanda por Gaiman al guión, J.H. Williams III al dibujo y Dave Stewart al color consiste en repetir, de una manera depuradísima, la estética de la obra original. La diferencia es que todo lo que en los 80 y los 90 era experimentación aquí es virtuosismo. Una lástima que la obra no se haya editado en formato álbum, ya que el reducido tamaño comic-book impide disfrutar del enorme trabajo de orfebrería de Williams. Sí, a primera vista puede resultar completamente demodé, pero, ciertamente, no hubiera tenido ningún sentido romper el estilo visual de The Sandman. Hubiera sido un sacrilegio.

Una de las imposibles páginas de Obertura.

Así que si el lector accede a todo esto, no sin esfuerzo, entrará en el particular descenso a los infiernos del protagonista, en el que Morfeo tendrá que enfrentarse a sí mismo para arreglar algo que estropeó hace muchísimo tiempo y que ahora pone en peligro la continuidad de la existencia (y aquí ha habido mucha literatura a lo largo de los años sobre hasta qué punto Morfeo es el alter ego de Gaiman y, por tanto, hasta qué punto esta historia final era una espina clavada para el autor).

La cantante Tori Amos, íntima de Gaiman, y el personaje de Delirio.

La edición española (ojo, hay varias ediciones, una más caras que otras) trae además un buen puñado de extras sobre el proceso creativo de este último arco y además una entrevista a Gaiman para engrosar aún más el ego, digo el mito.

Concluyendo, Obertura es un broche de oro para una obra de culto, en el sentido en el que un culto crea seguidores, marca vidas y define comportamientos; abre los ojos a nuevas maneras de ver el mundo e incluso a nuevos mundos. Entiéndanme: nadie, por leer la Biblia, se va a convertir al cristianismo ahora. Hay que leerla en su momento y su lugar.

David G. González



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