Yuko

Ya no se hacen mangas como los de antes, que diría aquel sobre cualquier cosa.

Lo que se ha llamado manga en nuestro país (o la idea de ello) desde Akira, la película, ha pasado de cómic para adultos a cómic para jóvenes, simplificando. Lo que hace ya casi treinta años se presentaba como cómic dirigido a lectores maduros (y no solo por su particular mezcla de sexo y violencia) se ha acabado convierto en entretenimiento juvenil, a veces sin alma diría uno, más industrial que artesanal. Es así como el preciosismo inconfundible de Ryōichi Ikegami ha dejado paso al trazo automático de Kazue Kato. En esas tres décadas han pasado muchas cosas, evidentemente, pero, en términos generales, uno agarra hoy un manga de Ikegami y siente como si sostuviera entre sus manos el peso de un clásico. Es el caso de Yuko (Satori Ediciones, 2021), doce historias (nueve de ellas origainales de Ikegami) de "obsesión, perversidad, sexo y muerte" protagonizadas (o antagonizadas) por mujeres.

Bien es sabido que Ikegami no se lleva bien con las tramas que se apoyan demasiado en el texto, pero su maravilloso dibujo y su capacidad para ralentizar el tiempo nos ofrecen algunas páginas memorables, que ponen de manifiesto que el manga no ha sido siempre trazos limpios y narrativa de videoclip. Sin duda, en este sentido, Ikegami juega en casa con estas historias, como ha demostrado sobradamente en sus mangas sobre la yakuza. Aquí sus voluptuosas mujeres y sus hombres fornidos se ponen al servicio de unas historias que sorprenderán al lector occidental sin necesidad de recurrir al extremismo de otros mangakas como Suehiro Maruo o Junji Ito.

Vale la pena, dicho esto, aprovechar Yuko para hablar del dibujo de Ikegami con cierta profundidad, ya que su trazo es tan virtuoso que otras cualidades quedan normalmente en segundo plano. Cabe destacar, por ejemplo, su meditado uso (o desuso) del detalle, a veces confundido con una mera economía de recursos (nada extraña en el mercado nipón por otra parte, con plazos de entrega imposibles). Mientras algunas tradiciones abusan del detalle hasta extremos extenuantes para el lector (no es extraño toparse con dibujantes de BD que anteponen su arte a la narración, detallando hasta extremos contraproducentes la cara de un secundario o un paisaje de fondo), Ikegami apenas esboza el rostro de sus protagonistas en un plano general y después golpea al lector con un primer plano hiperrealista, amplificado por el contraste entre ambos recursos. Es decir: la simplicidad de la primera viñeta potencia el dramatismo de la segunda. A veces menos es más.

Como he apuntado anteriormente, Ikegami se mueve mejor cuando la palabra está fuera de juego, y despliega sus mayores virtudes como narrador en las escenas en las que el cuerpo se basta para hablar. La inspección de una habitación, una calle solitaria, lo que se esconde detrás de una puerta, una cena tensa o un juego de seducción... Cualquiera de estas escenas brilla por sí misma en manos de Ikegami, que no tiene ningún reparo en "gastar" el papel necesario para este fin, seguramente a costa de algún dolor de cabeza del editor de turno.

En definitiva, Yuko brilla como una suerte de muestrario de perversiones y también casi como art-book de Ikegami. Funciona como libro objeto para amantes de su dibujo, pero también es una selección de historias eróticas muy interesantes, sobre todo desde una perspectiva cultural. Y la edición, sencilla en apariencia, destaca por la calidad del papel (casi todo lo que se publicó de Ikegami en nuestro país fue en un papel bastante malo) y la elegancia de las cubiertas.

Tan clásico que parece nuevo.

David G. González

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