La paradoja del Cacaolat: Cómo hemos cambiado el azúcar por la coca
No sé si están al tanto de la polémica del Cacaolat. Si le interesa, le dejo aquí el Tik Tok sobre el asunto, y si no, se lo resumo: chica deja a chico porque pide un Cacaolat: "¿Pero tú, chaval, de dónde has salido, del chiquipark?" El revuelo me sorprendió, no tanto por su propia viralización —uno ya está acostumbrado a que cualquier minucia "sacuda Twitter" o "encienda la redes"—, sino por tal desprecio al producto lácteo. Mi sentido boomer se puso alerta: ¿Cómo, el Cacaolat ya no mola?
Tiré de hemeroteca y pude comprobar que este tipo de bebidas, en algún momento, en efecto, molaron. Véase en este anuncio de televisión de 1995 al torero, y también cantante, Jesulín de Ubrique galanteando ante unas chicas con un Cola Cao:
Pero, por si acaso este anuncio de Jesulín les resulta un tanto descafeinado, veamos este otro protagonizado por el actor, y también cantante, Micky Molina. La cosa se ponía un poco más intensa, y el hijo de Antonio Molina recomendaba a los jóvenes no tomar "cosas raras" en un argot muy "dabuten":
Resulta interesante recordar aquí que el actor atropelló a una menor conduciendo borracho en 2019. No saco el dato a relucir por el morbo, sino como prueba, no de la hipocresía del star system, sino de la credulidad del espectador en aquellos años. Un defecto conocido y explotado sin escrúpulos por los publicistas, que sabían que Jesulín podía vender la misma bebida para enfrentarse a un toro (o a una mujer) y para ir a dormir:
Y aquí llegamos al meollo. La vida sana en la publicidad destinada a los jóvenes es un leitmotiv que se repite en la publicidad en España desde los años 80 hasta principios de los 2.000, al contrario de lo que se podría inferir sobre lo que sucede hoy en día del TikTok con el que hemos abierto este post. Y, como no, no podía faltar el deporte en esta ecuación, otra de las grandes hipocresías de esta sociedad. Encontramos infinidad de anuncios con mensajes de buena voluntad protagonizados, sobre todo, por futbolistas, y muy a menudo acompañados de niños. Si hubiera que elegir uno, sin duda sería este:
Más buenas intenciones: ¿Se imaginan a Ibai Llanos o Dadee Yankee haciendo hoy una campaña de concienciación sobre cualquier cosa, sobre ponerse condón o no conducir borracho? Antes, sí pasaba:
Hay que decir, no obstante, que es poco habitual encontrar a referentes culturales juveniles hoy en día protagonizando anuncios de televisión al uso, signo inequívoco de que los consumos están cambiando, y que, por tanto, el dinero se está moviendo. Según datos del portal Statista, la inversión en publicidad televisiva en España sufre un notorio decrecimiento desde 2017.
Pero sorprende que, sea en un spot o de otra forma, las jóvenes estrellas no acostumbren ya a vincular su nombre con marcas de coches, que durante décadas han sido símbolo de rebeldía e independencia (de nuevo, hay excepciones). En este anuncio de un Renault Clio de 1992, vehículo juvenil por excelencia durante dos décadas, he encontrado casualmente uno de los escasos spots juveniles protagonizados por una mujer referente, aunque sea como parte de un trío en este caso:
Precisamente, otro de los valores que han cambiado drásticamente desde los 80 es el de la masculinidad. Cabría pensar que hemos evolucionado, pero ahora nuestros hijos tienen por ídolos a artistas que cantan "La segunda tiene la funda y me paga pa' que se lo hunda" (Dadee Yankee) o "Señor agente, me puso caliente: yo no soy culpable, ni soy indecente" (Juan Magan) y hace cuarenta años, en cambio, lo más malote que se podía hacer era dejarse una barba de tres días:
Y es que, no: la música "juvenil" no ha sido siempre un nido de gánsteres y violadores. En otra época se podía triunfar siendo más blanco que el Perlán y anunciando, de nuevo, bebidas chocolateadas. Aquí un ejemplo del hombre que conquistó la televisión en los 90, presentando programas adultos, juveniles y familiares y protagonizando series de televisión. Y, sí, también cantaba:
Véase la paradoja: hoy no nos resulta extraño ver a ídolos juveniles conduciendo coches deportivos, exhibiendo armas de fuego o tratando a las mujeres como a perras, pero a nadie se le ocurría beberse una bebida azucarada. Hemos pasado de demonizar la coca a prohibir el azúcar.
Sería ingenuo por nuestra parte pretender que estos anuncios eran un reflejo de la realidad, que la juventud de aquellas épocas era tan sana como lo pretendían ser sus estrellas de la tele. Pero, recuerden, que no hemos venido aquí a sentar cátedra. Solo a aclarar por qué usted y yo no vemos ningún problema en tomarnos un Cacaolat.