La insoportable levedad de la censura

En 2003, Hernán Migoya escribió esto, que para mí es, sin duda, uno de los mejores comienzos de la literatura moderna en castellano:

Ahora que todos los negros son buenos y todos los maricones unos seres muy simpáticos, a ver si la sociedad ésta se reúne y decide de una vez que no todos los violadores somos mala gente.

Vuélvanlo a leer. Obvien el incendio que puede provocar la sonoridad de sus palabras. Reconozcan la brillantez, no solo literaria, sino moral, de la construcción. Reconozcan también su clarividencia.

Estas palabras provocaron el linchamiento público, y literario, de Migoya y, en este caso político, de su editora, y directora del Instituto de la Mujer en época del gobierno de Aznar, Míriam Tey.

Ahora, veinte años después, el escritor Juan José Millás, vinculado al rotativo, para algunos rojo —para otros, no—, El País, publica este tweet, en relación con la campaña viral del sector cultural #STOPCENSURA, que señala directamente a formaciones políticas como PP o Vox:

Primero vinieron a por Virginia Woolf, pero yo no era Virginia Woolf y no me preocupé. Luego vinieron a por Paco Becerra, pero yo no era Paco Bezerra y no me preocupé. Luego vinieron a por la Seminci, pero no soy director de cine y no me preocupé. Luego, a por Lightyear, etc.


Hipócritamente, Millás fue uno de los muchos plumillas del mainstream literario nacional que vilipendiaron el libro de Migoya, y al propio Migoya, desde sus atriles. No fue el único. Hasta que vino a callar bocas alguien de la talla de Mario Vargas Llosa, desde las mismas páginas de El País —mucho antes de participar en las convenciones del PP—:

Nadie prestó la menor atención a las declaraciones del autor, Hernán Migoya, recordando que no se debe confundir a los personajes de una ficción con el autor que los inventa atribuyendo a éste las opiniones de aquéllos. (…) Lo primero que cabe concluir de este episodio es que quienes, por oportunismo, hipocresía o simple ignorancia, se precipitaron a blandir el libro de cuentos "Todas putas" como un garrote contra Miriam Tey y el Gobierno que la nombró, tienen una idea de la literatura que coincide milimétricamente con la de los regímenes autoritarios -clericales, comunistas y fascistas- para los que el quehacer literario debe ser sometido a una rigurosa censura previa a fin de impedir que ciertos textos disolventes, inmorales o violentos causen estragos en los incautos lectores, convirtiéndolos en subversivos, terroristas, asesinos y pervertidos. Detrás de esta concepción ingenua y confusa de la manera como las ficciones de la literatura influyen en la vida hay, en verdad, un miedo pánico a la libertad.

Sí, el libro se titulaba Todas putas. Después le siguió Putas es poco y, recientemente, Putas os quiero.

En esta misma línea, el director de cine Santiago Segura ha explicado en más de una ocasión los problemas que le ocasionó la primera entrega de la saga Torrente:

[En la gala de los premios Goya] tuve que decir: "Y recordad, niños, no seáis como Torrente". Hay mucho gilipollas que me dice: "Es que, claro, el personaje es una apología, no es una crítica". Vamos a ver, lo que tú entiendas me parece estupendo, pero no. Claramente es una crítica; me estoy riendo de eso.

[Nota: Ya hablamos de la relación autor/personaje en este otro post.]

Más allá del juicio literario de Todas Putas, del que se ha hablado largo y tendido (pueden leer un excelente resumen del propio Migoya aquí), nótese la esquizofrenia ideológica del asunto. De aquellos polvos, estos lodos.

Recientemente, el programa de TV3 Sense Ficció ha emitido el documental El Jueves, 46 anys tocant els nassos. Como no podría ser de otra manera, el programa se detiene en uno de los más sonados casos recientes de censura política en nuestro país: el secuestro de la revista a causa de esta portada 👇 

El dibujante Manel Fontdevila explica en un momento del documental cómo la dictadura les pilló por sorpresa:

Fue un momento de desconcierto, porque ya no contabas con que pudiera pasar eso, que secuestraran una revista. Entendíamos todos que la democracia estaba consolidada y que había libertad de expresión.

Desde entonces, los casos de censura, ya sea bajo el auspicio de la política de la cancelación, la corrección política o el puritanismo, se han repetido sin cesar: El cartel del concierto de Zahara, la obra de teatro de Paco Bezerra Muero porque no muero y ahora el beso en Lightyear...

No obstante, es importante que los árboles nos permitan ver el bosque, más allá de la singularidad del caso de El Jueves o de la agitación a las puertas de unas elecciones generales. Es precisamente alguien como Migoya, casi un exiliado en Perú, quien defiende la existencia de una democracia en España. Decía esto en 2021, con un ejemplar del libro Trash, del ilustrador Luis Quiles, entre las manos:

Para mí, el hecho de poder entrar en una librería de cómics y descubrir y comprar este libro de ilustraciones BRUTALES de Luis Quiles es, hoy por hoy, la mayor demostración de que en España vivimos, mal que bien, en una democracia. Si este hombre viviera en Brasil, Venezuela o Afganistán, ahora mismo la única libertad que estaría disfrutando es un breve trayecto en caída libre desde algún avión y adiós muy buenas. El poder estatal lo "desaparecería" ipso facto.

Decidan ustedes en qué país quieren vivir.

Una de las polémicas ilustraciones de Trash, de Luis Quiles

David G. González

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