Sobredosis de plumillas: lo que pienso del cine de superhéroes
por David G. González
Nadie me lo ha pedido. Ramón de España
no me lo ha pedido. El lobby gay tampoco me lo ha pedido. Pero voy a
decir unas cuantas cosas sobre el cine de superhéroes.
Si voy a ver una peli de superhéroes
no quiero ver una peli de Haneke, en serio. No quiero ver a Plastic
Man en manos de Terry Gilliam ni a Estela Plateada dirigida por
Herzog. Sí, me encanta La pianista, me lo pasé de muerte con
Miedo y asco en Las Vegas y el remake de Teniente Corrupto
me parece la obra de un iluminado. Pero cuando voy a ver una peli de
superhéroes voy a ver una peli de superhéroes.
Es muy sencillo: el cómic de
superhéroes es un producto de consumo popular, masivo y rápido. No
hablo necesariamente de los cómics de ahora, no hablo del Ojo de
Halcón de Fraction y Aja, ni de los Ultimates. Hablo de Stan Lee,
Steve Ditko y Jack Kirby. Hablo de Romita, Buscema y Davis. Hablo de
los buenos tiempos.
Cuando releo el Silver Surfer de Stan
Lee y John Buscema (y, en serio, soy un fan de Silver Surfer) no
tengo que pararme a leer dos veces los diálogos. Ni siquiera lo hizo
Stan Lee cuando los escribió. No hay ideas complejas ni reflexiones
profundas. Hay un tipo plateado, sólo ante el universo, luchando
contra los malos. Spiderman ama a Mary Jane. Superman salva La
Tierra.
Los Vengadores de Joss Whedon o la
segunda parte de Thor me parecen traslaciones perfectas de este
espíritu a la gran pantalla, adaptadas a su tiempo y a su público
con profesionalidad y más respeto del que Hollywood suele demostrar.
Historias para todos, divertidas y con mensajes bienintencionados.
Cosas claras y directas. Cosas sencillas.
Que venga alguien y diga que esto es de
cretinos es como decir que la historia de la cultura popular, del
Porompompero a Warhol, es basura. Que Curtis Garland escribía
mierda. Que Amando de Ossorio hacía pelis para tontos. Es quitarle
el alma a las salas de cine y a los tebeos de superhéroes.
El 6 de agosto de 2014, en la edición
digital de El Periódico, Ramón de España escribía una artículo
titulado Sobredosis de superhéroes (no, no voy a linkarlo) en el que tachaba de
cretino al público generalista y de “cantamañanas” a Alan
Moore. Venía a decir también que The Sandman era una chorrada. Y
alababa el Batman de Tim Burton y el Hellboy de Guillermo del Toro como
si fueran las únicas adaptaciones cinematográficas que se pudieran
salvar de una quema. No decía nada del Watchmen de Zack
Snyder, ni del American Splendor de Robert Pulcini y Shari
Springer, ni del Ghost World de Terry Zwigoff, ni del
Sin City de Robert Rodríguez. Ni de Akira o Persépolis
(sí, señor De España, la animación también es cine). Ofendido,
como aficionado al cómic y al cine y periodista, les escribí una carta.
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La nueva imagen de Thor que Marvel anunció el pasado julio |
Eso sucedía pocos días después de
que Beatriz Rojo publicara en La Gaceta un artículo bajo el título
“Superhéroes gays, transexuales y de color”. Huelga decir que el
texto levantó la ira de los aficionados diciendo cosas como que Thor
es “el primer superhéroe transexual” o insinuando que hay un
lobby gay con poder suficiente como para decidir el devenir de los
personajes de Marvel.
En serio, se está escribiendo por llenar
páginas, cortando y pegando de aquí y de allá sin medida. Y lo peor es que estos plumillas adoptan una actitud pseudoprogresista de postín que no hace ningún bien. No
es simplemente cuestión de enfadar a los aficionados al cómic. Los
lectores de tebeos han sido siempre una minoría, y las minorías
están acostumbradas a no ser respetadas. Es que lo hacen con todo.
Lo hacen con el hambre y el paro. Lo hacen con los políticos. Es
que, señores de la prensa, llenando sus páginas de mierda lo único
que conseguirán es que todo el mundo que tenga dos dedos de frente
deje de leerles. En serio. Sólo lo harán los cretinos.