LOS IGNORANTES
Tengo que reconocer que
siempre que cojo un cómic de Etienne Davodeau lo cojo con especial
ilusión, y el porqué tiene mucho que ver con “Los ignorantes”
(La Cúpula, 2012), su última obra publicada aquí. Porque Davodeau
no sólo es uno de esos autores que saben narrar, sino que también
tiene la virtud de encontrar una gran historia en hechos que parecen
pequeños. Y la verdad es que su pasión por esta cotidianidad va a
más, porque sus historias son cada vez más grandes, pero sobre
cosas más pequeñas.
Vamos con “Los
ignorantes”, un cómic cuya lectura tiene varias etapas.
ETAPA 1: LA PIEL
Hay en la edición de “Los
ignorantes” algo de solemnidad: la portada en grises, el título,
el formato, el grosor del libro y de sus páginas... Parece eso que
se llama una obra crepuscular. Y uno coge el libro, se sienta bajo
una luz acogedora con un batín y una copa de algo en la mano y se
prepara para un “Ulises” o algo así. Aquí unos pensarán que
las apariencias engañan y yo les diré que las apariencias importan.
ETAPA 2: LA CARNE
Uno abre el cómic y
comienza a leer, que es lo que toca. Y se encuentra la historia de un
autor de cómic, el mismo Davodeau, y un viticultor llamado Richard
Leroy. Han hecho un trato. Durante una temporada serán uña y carne.
El dibujante aprenderá el oficio de la viña y el viticultor el de
la viñeta. El juego dura lo que dura una añada y lo que tarda en
dibujarse “Los ignorantes”.
Entonces el lector, con su
batín y su copa, piensa: “Eh, esto no es una obra crepuscular...
¡Esto es una obra menor!”. Y aquí sí le digo al lector que las
apariencias engañan. Porque, sí, puede parecer que un dibujante y
un viticultor hablando de sus cosas, bebiendo vino y leyendo cómics,
tiene más de capricho artístico que de obra maestra. Pero el lector
se dará cuenta poco a poco (porque, pese a todo, no podrá parar de
leer) que los árboles no le dejan ver el bosque.
ETAPA 3: EL ALMA
Es entonces cuando el
lector advierte de qué va esto: no va ni del cómic ni del vino,
sino del arte en general; de una manera de entenderlo, de vivirlo y
de sobrellevarlo. Página tras página, Davodeau pone de manifiesto
los puntos en común entre la manera de hacer de Leroy y la suya
propia. Porque si uno hace cómic de autor el otro hace vino de
autor, con todo lo que ello conlleva, que básicamente es dejarse la
piel en el ruedo, echarlo todo.
ETAPA 4: LO QUE QUEDA
Y al final uno piensa que
muy bien pero que ya está, que ahí están esos dos chalados con sus
cosas y qué felices son; y qué envidia también, porque pueden
vivir de ello. Pero en un maravilloso último capítulo que hará las
delicias de los amantes del cómic Davodeau pone de manifiesto que
hay algo más allá de la satisfacción personal y que hace
trascender la obra. Que hay algo que deja huella y que marca para
siempre y que normalmente, al cerrar un cómic o apurar la última
gota de vino, pasa desapercibido.
Y además de todo esto,
“Los ignorantes” es una lectura agradable, en las que los
lectores del cómic encontrarán un montón de referencias e
interioridades del mundillo. Los amantes del vino, en cambio, no sé
qué pensarán, porque yo soy más de cerveza, pero todo lo
relacionado con la biodinámica que explica Davodeau por boca de
Leroy es tan sorprendente como interesante, e incluso cómico.
Un gran cómic, que lucha
por parecer pequeño, y que, pese a lo manido de la comparación,
mejora con el tiempo.