LUCIFER
ECC, después de finalizar
la edición definitiva de “The Sandman”, recupera algunas de sus
series colaterales, ya sea directa o indirectamente, como “Lucifer”
o “Fábulas”. De todo el universo paralelo de la obra de “The
Sandman” (“Muerte”, “The Dreaming”, etc...), yo me quedo
con “Lucifer”; con la serie, no con el personaje (que también).

Carey, procedente de
2000 AD, era prácticamente un desconocido en el que tanto la
editorial como el propio Gaiman confiaron. Aunque muchos guionistas
se mostraron antes reticentes a llevar una serie con el nombre del
señor del infierno, Carey vio todas las posibilidades que encerraba
la creación de Gaiman. No solamente era terriblemente seductora la
figura de un Lucifer retirado, harto, propietario un piano-bar en Los
Ángeles. Además Carey supo ver el inmenso material no sólo bíblico
que se la ponía al alcance.
Y todo esto se ve en este
primer número recopilatorio de ECC, en el que Lucifer vuelve a su
infierno, visita otro y se encuentra con demonios anteriores a la
creación del mundo. Por el camino, además, hace unas cosas muy
Sandman, o muy Gaiman, según se mire. Por ejemplo, se aleja de su
misión principal para visitar a una niña, en un viaje que sólo
cobrará sentido varios números después. Vale, eso ya se había
visto antes, lo sé: “Lucifer” no destaca por su originalidad.
Todo lo contrario, destaca por su solidez, por dar a los fans de
Gaiman que lloraron el fin de “The Sandman” más de lo mismo, en
forma y contenido. “Lucifer” consigue (consiguió) prolongar las
sensaciones producidas por la historia de Morfeo. Sin ser lo mismo,
sin Los Eternos, sin ese halo romántico seduceadolescentes del
protagonista, y, claro, sin Muerte. Pero con la misma prosa y con la
misma estética. Y, evidentemente, sobre el mismo universo de
ficción.
“Lucifer” tiene más
similitudes con “The Sandman”, incluso a nivel argumental. Las
dos series arrancan con un protagonista que ha abandonado/al que le
han robado su reino. A partir de ahí, inician un camino, ambos con
consecuencias épicas.
Si uno consigue leer
Lucifer sin prejuicios (sin pensar en “The Sandman” y sin ser muy
duro con ese estilo tan demodé marca de la casa Gaiman), disfrutará
de una historia grande, de un protagonista seductor y de un
universo basto, lleno de simbolismo y de referencias mitológicas.
Los diálogos, la pose, los gestos, son dignos del mejor Alain Delon;
los secundarios son de oro y las sentencias del narrador, lapidarias.
Todo muy del fin del mundo.
Supongo que dentro de unas
décadas, la ola Sandman se observará con diferente perspectiva. Ya
incluso ahora a veces uno piensa que fue una anécdota, una moda,
aunque durante casi diez años fue de los más importante que pasó
en el mundo del cómic. O eso pensábamos sus fans.
La huella de "The Sandman" es imborrable. Y "Lucifer", su mejor hijo. Vale la pena tenerlo en
nuestra biblioteca de clásicos.