LOS MELONES DE LA IRA

Cuando acabé de leer “Los melones de
la ira” estaba impactado, confuso, pasmado; por varios motivos. A
flor de piel, por lo pornográfico. Más a fondo, porque es una historia muy
dura y, no obstante, salpicada de humor (a veces humor zafio, a veces fina sátira). Y a un nivel casi
subconsciente, porque los momentos de sexo más explícito son
paradójicamente los más dramáticos y los pasajes eróticos
resultan ser los más excitantes.
“Los melones de la ira” es una
pequeña historia, tan pequeña que no se puede explicar nada sin
revelar algún secreto de la trama. Pero la historia en este caso no
importa tanto por lo que explica como por cómo golpea al lector. Hay ahí un juego muy de Sade
(dolor/placer, eros/thanatos) que apela al lado oscuro del lector. También sentirá pena y rabia ante las grandes viñetas de porno duro
de Vivès. Exitación y casi nostalgia cuando el
sexo se vuelve inocente y amable. Y, sobre todo, sentirá compasión
por los personajes principales, al estilo del buen salvaje de
Rousseau, del Dogville de Lars Von Trier.
“Los melones de la ira” es una una bofetada en la cara, pero de las que dan
gustito.
Sobre el autor:
Bastien Vivès desembarcó hace
relativamente poco en el mercado español con una serie de historias
tan interesantes como dispares. Desde “Polina” (éxito de público
y crítica y probable futuro premio del 30 Salón Internacional del
Cómic de Barcelona), hasta “La Carnicería” (muy Godard),
pasando por “Hollywood Jan” (lectura juvenil obligada). Su estilo
de dibujo (ágil, abocetado, dinámico, vivo) confiere a sus
historias una vitalidad inusual. Se ha mostrado capaz, además, de
tratar temas y estilos diversos con resultados siempre excepcionales,
convirtiéndose así en uno de los nuevos talentos más prometedores
del cómic francófono.