SOUFFLÉ

Sin ánimo de sentar cátedra: a uno le da la impresión de que en el siempre cambiante panorama nacional del cómic hay dos tendencias. Una de ellas arraiga en la tradición del tebeo y una de sus cabeza visibles sería, por citar un autor en estado de gracia, Paco Roca. La otra, más posmoderna, bebe de la referencia y del homenaje, y está marcadamente influenciada por la tradición anglosajona. Estoy hablando, por ejemplo, de David Sánchez, o, en el caso que nos ocupa, de Cristian Robles.

La Cúpula publica Soufflé, un cómic repugnantemente hermoso, que huele a Daniel Clowes y sabe a Charles Burns; aunque pegar, pega como Ivan Brun. Evidente y comprensiblemente se queda a medio camino, claro, pero el joven Robles da muestras de un genio inusitado.

La trama es una flipada, una mezcla entre Agujero Negro (Charles Burns 1995-2005), Ghost World (Daniel Clowes 1993-1997) y algo de Hideshi Hino. Explica la historia de un grupo de jóvenes enganchados a una nueva droga, cuyo principal efecto secundario es la pérdida de alguna parte del cuerpo. Alrededor de este escenario, Robles dibuja una serie de personaje disfuncionales, con sus problemas de chicas, identidad y familia. Eso sí, sin ánimo de filosofar, solo como muestra de un tiempo que nos ha tocado vivir. La trama avanza, volviéndose cada vez más oscura, hasta rozar la ciencia ficción y volverse sucia y surrealista. Sí, Soufflé es un viaje.

Evidentemente Robles pide un acto de fe. El lector debe comulgar con su imaginario para tener algún motivo por el que acabar el cómic porque, realmente, es un viaje a ninguna parte; si acaso la última página sea alguna parte. Una vez subido al tren, eso sí, el trayecto no tiene paradas, y avanza lento pero seguro por un túnel de los horrores. Como decía, quizás Robles no sea aún el mejor conductor. Al dibujo le falta cierta homegeneidad y un ejercicio de reflexión sobre cual es exactamente su estilo. Y a la trama le podríamos pedir un poco más de madurez. Pero el autor nos ofrece algunas joyas que nos reencuentran con aquella sensación de estar ante algo verdaderamente inspirado. No tiene precio, en este sentido, la página en la que el protagonista se despierta sin brazo. El personaje de Jerome da para un cómic entero él solo, y el epílogo es precioso.

Así que al final de Soufflé estoy más que satisfecho, pero, sobre todo, espero el siguiente cómic de Cristian Robles.


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